Este artículo resume las ideas de George Akerlof y Robert Shiller respecto de los espíritus animales, en su libro Animal Spirits: How Human Psychology Drives the Economy, and Why It Matters.
Según George Akerlof y Robert Shiller—ambos ganadores del premio Nobel en economía—los espíritus animales son la fuerza subyacente que explica las fluctuaciones económicas, y para comprenderlos es necesario usar herramientas de otras ciencias sociales, ajenas a la economía.
Los autores identifican cinco factores psicológicos de particular importancia para la comprensión de los espíritus animales: confianza, justicia (fairness), corrupción y mala fe, ilusión monetaria, e historias. Los cambios en estos factores explican la dinámica de los espíritus animales y, en consecuencia, determinan las fluctuaciones económicas.
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El concepto de espíritus animales fue propuesto por primera vez por el famoso economista John Maynard Keynes, en su obra la Teoría general del empleo, el interés y el dinero. Para Keynes la actividad económica no es resultado solamente de las motivaciones económicas racionales de los individuos, sino también de los espíritus animales, motivos no económicos, que no siempre son racionales. En este contexto, sin la adecuada supervisión de los mercados por parte del Estado, las economías capitalistas se dejarían llevar por los excesos, manías y pánicos. Habría desempleo; exceso de consumo y escasez de ahorro; y volatilidad en los precios de los bienes raíces, acciones y commodities, que experimentarían auges y colapsos. El adecuado rol del Estado es imponer límites a los mercados, para propiciar las virtudes del capitalismo y contrarrestar sus excesos.
Para Akerlof y Shiller, los espíritus animales son las variaciones en los sentimientos, percepciones y pasiones (deseos) de los individuos, que en el agregado permitirían explicar las fluctuaciones económicas con un nivel de precisión imposible de alcanzar para los modelos económicos tradicionales, que no consideran estos factores en su formulación. Los espíritus animales se refieren a nuestra peculiar relación con la ambigüedad o incertidumbre, que a veces nos paraliza, mientras que en otras oportunidades nos motiva y revitaliza, ayudándonos a superar nuestros miedos e indecisiones. Se trata de un elemento clave de la economía, que se caracteriza por ser permanente e inconsistente.
A continuación, se describen los cinco aspectos psicológicos de los espíritus animales, y cómo afectan las decisiones económicas: confianza, justicia (fairness), corrupción y mala fe, ilusión monetaria, e historias.
Desde la fundación de EEUU cada recesión económica ha sido explicada como resultado de una pérdida de confianza. La confianza se relaciona con las predicciones que los individuos hacen respecto de un evento, que pueden ser positivas o negativas, y determinan distintos equilibrios en la economía. Cuando las predicciones son positivas, se dice que hay confianza. Es decir, la confianza se asocia a un futuro optimista.
Muchos economistas asumen que las individuos hacen sus predicciones de forma racional, usando toda la información que tienen disponible. Sin embargo, tener confianza implica tener una convicción o creencia respecto de algún evento. Dichas creencias se pueden formar sin considerar o procesar toda la información disponible. En efecto, la confianza se relaciona con los deseos, con las acciones y con los valores, que son factores que no necesariamente son racionales. Por lo tanto, si la confianza determina la trayectoria de la economía, entonces las personas no siempre actúan racionalmente, sino de acuerdo con sus creencias subjetivas.
La confianza varia junto con el ciclo económico, ya que, durante los periodos expansivos, los individuos confían y toman decisiones espontáneas. Confían en que tendrán éxito y descartan cualquier duda. En la medida que los agentes económicos sigan confiando, su impulsividad no será evidente. De esta manera, la confianza produce comportamientos que no pueden ser explicados por la teoría racional de toma de decisiones.
Según la teoría económica tradicional, cuando las personas hacen inversiones significativas (e.g. comprar una vivienda) lo harían de forma racional, considerando todas las opciones disponibles, evaluando las ventajas y desventajas de cada alternativa en el futuro, y asignando probabilidades a cada opción. Sólo después de este minucioso proceso tomarían una decisión. Sin embargo, la evidencia indica que muchas decisiones, incluso importantes decisiones de negocios, son tomadas en base a la confianza.
La confianza se ha medido desde hace mucho tiempo a través de medidas basadas en encuestas, como el Consumer Sentiment Index de la Universidad de Michigan. Se ha demostrado que dicho indicador es útil para predecir las fluctuaciones del consumo y de la actividad económica. Otros investigadores han medido la confianza en base a spreads de crédito—la diferencia entre las tasas de interés de créditos riesgosos y de los créditos menos riesgosos–, y han demostrado que predicen las fluctuaciones económicas. Sin embargo, se ha cuestionado si estos indicadores realmente miden la confianza—los espíritus animales—o bien reflejan meramente las expectativas de los consumidores respecto de su ingreso actual y futuro. En esta materia las investigaciones respaldan la hipótesis de que el sentimiento de los consumidores realmente mide la confianza, ya que en muchos casos se han registrado grandes e impredecibles fluctuaciones en los índices de confianza, que no pueden ser explicadas por las fluctuaciones de otras variables económicas.
La justicia es un importante incentivo económico. De hecho, existen estudios que indicarían que la preocupación por la justicia puede ser una motivación más fuerte que otros incentivos económicos racionales. Por ejemplo, en un estudio de Daniel Kahneman, Jack Knetsch y Richard Thaler, se le preguntó a un grupo de personas si aumentar el precio de las palas para nieve tras una tormenta era aceptable o injusto. El 82% de los encuestados respondió que elevar los precios sería injusto, aun cuando la teoría económica justifica que suban los precios cuando aumenta la demanda.
Además de la teoría económica del intercambio, existe una teoría sociológica, en que la justicia juega un rol fundamental. En esta teoría los bienes se intercambian no sólo a través del mercado, sino a través de transacciones fuera del mercado, ya sea dentro de una empresa, entre amigos y conocidos, o dentro de una familia. En esta teoría, los bienes se valoran de forma subjetiva, por ejemplo, se considera si las personas involucradas en una transacción tienen un estatus alto o bajo. Al respecto, un estudio reveló que funcionarios de gobierno eran más propensos a pedir ayuda a otros funcionarios de su mismo rango y nivel de experticia, que a funcionarios de rango superior, debido a que sólo podían retribuirles con gratitud. La información entregada por los funcionarios de alto nivel era demasiado valiosa como para ser intercambiada sólo por gratitud. Esta teoría explica por qué las personas de bajo estatus son serviles y amables con las personas de alto estatus, ya que deben entregar relativamente más a dichas personas para que el intercambio entre ellos sea justo.
Las fluctuaciones económicas a veces se pueden explicar por la evolución—en el tiempo—de la prevalencia y aceptación de la corrupción. Incluso se pueden deber a cambios en la incidencia de la mala fe, es decir, actividades económicas legales pero que tienen motivos siniestros.
El capitalismo tiene una debilidad, que es que no produce automáticamente lo que la gente realmente necesita, sino lo que la gente cree que necesita, es decir, bienes y servicios por los que está dispuesta a pagar. Lo anterior implica que la gente puede estar dispuesta a pagar por bienes que objetivamente no valen lo que se cobra por ellos.
Por ejemplo, en el caso de los mercados financieros los precios de las acciones dependen de las expectativas de ingresos futuros de las empresas, y del riesgo que asumen los inversionistas, que se calcula a partir de la información contable de las empresas. Si dicha contabilidad está falseada, los precios de las acciones no serán representativos del verdadero valor de las empresas. Asimismo, los gerentes y accionistas de las empresas tienen incentivos para maquillar la información contable, ya que sus ingresos dependen de ello. Lamentablemente, los escándalos de corrupción han sido muy frecuentes, y quedan al descubierto sobre todo durante las crisis económicas.
La evolución de la prevalencia y aceptación de la corrupción tiene que ver con la percepción de los castigos asociados a dicho comportamiento. En tiempos de corrupción generalizada, existe la impresión de que es fácil hacerlo y salirse con la suya. Todos lo hacen y nadie es castigado, por lo que, en cierta medida, es racional participar en prácticas corruptas.
Los cambios culturales también pueden facilitar o dificultar el surgimiento de la corrupción y la mala fe. Por ejemplo, durante la ley seca de EEUU en los años 20 se produjo un periodo de incumplimiento generalizado de la ley, en que las personas violaban flagrantemente la prohibición. Se empezó a percibir que la policía tenía como política mirar hacia otro lado, y que sólo los tontos obedecían la ley. El incumplimiento de la ley se extendió a múltiples ámbitos, lo que condujo al surgimiento de una gran cantidad de actividades ilícitas.
La ilusión monetaria se produce cuando las decisiones en una economía son determinadas por cantidades monetarias nominales. Si las personas fueran racionales, la determinación de los precios y salarios ocurriría sólo en base a precios o costos relativos, es decir, lo que se puede comprar o vender a dichos precios nominales. Se destaca que la ausencia de ilusión monetaria es un supuesto clave de los modelos macroeconómicos modernos, un supuesto que no se cumple.
El dinero es usado como un medio de pago, como depósito de valor y como unidad de cuenta. Que el dinero sea utilizado como unidad de cuenta significa que la gente piensa en términos de dinero. De hecho, los contratos son valorados en términos de dinero, en cantidades nominales, al igual que la contabilidad de las empresas y muchas provisiones legales, incluyendo los impuestos. Las cantidades nominales se pueden ajustar por inflación, por ejemplo, indexándose al IPC. Sin embargo, lo anterior pocas veces sucede.
Por ejemplo, sólo una pequeña fracción de los contratos laborales están indexados al IPC. En muchos casos, los contratos se ajustan sólo cuando la inflación supera un umbral máximo. Por lo tanto, se podría pensar que aquellos que ofrecen o aceptan dichos contratos piensan en cantidades monetarias y no en términos reales. Es decir, sufren de ilusión monetaria. Otra evidencia de ilusión monetaria se encuentra en la resistencia a disminuir los salarios nominales (rigidez salarial a la baja) o cuando los consumidores se disgustan porque suben los precios.
A pesar de que en teoría es muy fácil considerar los efectos de la inflación a través de la indexación, los participantes de contratos en muchos casos elijen no hacerlo, lo que es evidencia de ilusión monetaria.
Los individuos piensan en términos de narrativas, que son secuencias de eventos con una lógica interna. De hecho, muchos de los incentivos humanos se relacionan con la historia de nuestras vidas, que crea una estructura de incentivos. Todos tenemos historias que definen quiénes somos y cuál es nuestro propósito. Lo mismo ocurre con la confianza en los países, empresas e instituciones. En este contexto, los grandes líderes son los principales creadores de historias.
Por ejemplo, se ha observado que las historias de los líderes políticos tienen efectos sobre las expectativas y la confianza económica. Una historia optimista respecto de una economía y su trayectoria futura puede ser un incentivo para la inversión y el crecimiento económico. Sin embargo, muchas veces dichas historias terminan defraudando las expectativas, por lo que la gente pierde la confianza en los políticos, y la economía se desploma.
La confianza en una economía puede ser explicada en términos de historias, en particular en las historias de una nueva era, aquellas historias que describen cambios históricos que inician una nueva época. Al respecto, Robert Shiller en su libro Irrational Exuberance describe la historia de la invención y desarrollo de Internet, y su influencia en el boom en los mercados accionarios entre 1995 y 2000, que a su vez generó un periodo de alto crecimiento económico. La internet fue una importante innovación tecnológica, que rápidamente invadió nuestras vidas y suscitó el surgimiento de numerosas historias de jóvenes emprendedores exitosos, en lo que se describió como una nueva fiebre del oro.
La confianza no es el estado emocional de un solo individuo, sino también la percepción de la confianza de otros individuos, y las percepciones de otros individuos sobre la confianza de otros individuos. Es una visión del mundo actual, un entendimiento de los mecanismos de cambio económico, determinada por la información entregada por la prensa y las discusiones públicas. La confianza alta se explica por historias inspiradoras, historias de nuevos negocios, de cómo otros se están haciendo ricos. Las historias que caracterizan a una nueva era tienden a estar acompañadas de grandes booms en los mercados financieros mundiales. Los cambios en estas historias afectan las expectativas en distintos ámbitos de la economía, como el éxito esperado en los negocios y emprendimientos, y las expectativas de retorno de las inversiones en capital humano.
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