La adaptación hedónica es la tendencia del ser humano a retornar rápidamente a un nivel relativamente estable de felicidad luego de vivir eventos positivos o negativos. En otras palabras, los seres humanos tienden a volver a un nivel de placer o felicidad, independientemente de los obstáculos y situaciones difíciles que deban enfrentar, o de los grandes logros y alegrías que experimenten en su vida. Las personas se adaptan rápidamente a la situación, volviendo a su estado anterior de satisfacción.
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Después de muchos años de trabajo por fin fuiste capaz de comprar la casa que siempre deseaste. Esto te provoca una gran satisfacción y placer, sobre todo durante los primeros días después de la adquisición y mudanza. Sin embargo, poco a poco y sin darte cuenta, te acostumbras a tu nueva vivienda. La situación deja de ser novedosa. Te has adaptado hedónicamente.
Durante un viaje en carretera sufriste un grave accidente que te dejó hospitalizado y en coma por semanas. Afortunadamente, te recuperaste y pudiste volver a tu hogar acompañado de tus seres queridos. La situación te hace sentir una gran felicidad y un sentimiento de gratitud, que te lleva a apreciar la vida desde una nueva perspectiva. Sin embargo, este estado no dura mucho, rápidamente te adaptas y vuelves a tu situación anterior.
Los ejemplos anteriores muestran que los sentimientos de felicidad, placer y satisfacción son temporales, y que, independientemente de lo que nos suceda o de lo que logremos, no nos mantendremos en un estado de felicidad duradero, ya que siempre nos adaptaremos y volveremos a una situación de insatisfacción, en que necesitaremos satisfacer nuevos deseos para sentirnos bien.
Si está familiarizado con el budismo reconocerá que este fenómeno se describe en las dos primeras nobles verdades de Buda: (1) la vida es sufrimiento o insatisfacción (dukkha), (2) la causa del sufrimiento es el deseo (tanha).
La psicología evolucionista es una de las disciplinas que permite explicar por qué se produce la adaptación hedónica. Esta disciplina estudia la psicología y la conducta de los humanos y primates desde el punto de vista de su historia evolutiva. En otras palabras, estudia cómo la evolución ha seleccionado ciertos rasgos en las especies, que permiten, simultáneamente, asegurar la transmisión de nuestros genes a la siguiente generación y explicar o determinar nuestro comportamiento.
La siguiente explicación se puede encontrar el el libro de Robert Wright, Why Buddhism is True
En este contexto, el académico Robert Wright entrega una explicación, que describo a continuación. Existen ciertas cosas que ayudaron a nuestros ancestros traspasar sus genes a la siguiente generación: comer, aparearse, ganar la apreciación de otros miembros de su grupo, y superar a sus rivales. Dado que estas cosas maximizan la probabilidad de transmitir nuestros genes a la siguiente generación, somos recompensados con placer cuando las realizamos. Sin embargo, el placer debe ser breve, ya que si fuera permanente, perderíamos la motivación para satisfacer nuevamente el mismo objetivo. Si el placer fuera permanente, nuestra primera comida sería la última. Un único acto de apareamiento sería suficiente para mantenernos satisfechos de por vida. Sin embargo, dicho comportamiento no es el de un individuo exitoso desde el punto de vista evolutivo. Por lo tanto, para que una especie sea exitosa se requiere que los individuos de dicha especie busquen continuamente el placer que le generan las acciones que maximizan la probabilidad de transmitir sus genes, y para lo anterior, la sensación de placer debe ser breve. Ha sido nuestra insatisfacción lo que nos ha dado el éxito como especie.
La tercera de las cuatro nobles verdades de Buda es que el sufrimiento se puede extinguir. La cuarta noble verdad es la receta de Buda: el noble camino óctuple. En mi opinión, la parte más importante del camino es la que se refiere al entrenamiento de la mente mediante la práctica del mindfulness, una disciplina cuyo objetivo es calmar nuestras emociones, previniendo nuestras acciones automáticas al fortalecer el rol de la consciencia sobre nuestra percepción del mundo interno y externo.
La receta de Buda es difícil de seguir, ya que requiere de una gran constancia en la práctica, y sus efectos sólo se observan en el mediano a largo plazo. Sin embargo, existe otra fuente de sabiduría proveniente de una civilización antigua que nos puede ayudar: el estoicismo.
El estoicismo es una escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el 301 AC. Su doctrina filosófica se basa en la práctica de la virtud, y su objetivo es lograr la eudaimonía, que es la buena vida o felicidad. Aunque nació en Grecia, alcanzó su apogeo en el Imperio Romano, donde destacaron grandes filósofos como Séneca, Musonio Rufo, Epicteto y el emperador Marco Aurelio. Para los estoicos es fundamental alcanzar un estado de serenidad a través del control de las emociones negativas. Cabe destacar que existen muchas similitudes entre las enseñanzas estoicas y budistas.
Los estoicos propusieron muchas herramientas psicológicas para la práctica de su filosofía, entre las que destaca la técnica de la visualización negativa (futurorum malorum præmeditatio), una herramienta que nos permite cambiar las percepciones respecto de nuestra vida, visualizando escenarios negativos que inducen sentimientos de gratitud hacia las cosas reales.
Las siguientes secciones de este artículo se basan en el libro de William B. Irvine, A Guide to the Good Life: The Ancient Art of Stoic Joy
Musonio Rufo señalaba que la técnica de la visualización negativa tiene tres objetivos: (1) prevenir que ocurran cosas malas en el futuro, (2) prepararnos mentalmente para las cosas malas, atenuando su impacto, y (3) evitar el mecanismo de la adaptación hedónica.
Como resultado del proceso de adaptación hedónica, los seres humanos nos encontramos en un permanente estado de insatisfacción. Somos infelices al detectar un deseo no cumplido, pero, cuando el deseo se cumple, nos adaptamos a su presencia en la vida y, como resultado, dejamos de desearlo, o ya no nos parece tan deseable como en el pasado. Así, acabamos tan insatisfechos como antes de cumplir el deseo. En consecuencia, si queremos ser felices y tener una buena vida debemos encontrar una forma de evitar el proceso de adaptación. En otras palabras, necesitamos encontrar una técnica para desear aquello que ya tenemos.
Los estoicos recomendaban imaginar que hemos perdido aquello que valoramos: que hemos perdido a nuestra familia, que nos han robado el auto, que nos despidieron de nuestro trabajo. De esta manera, apreciaremos más a nuestra familia, nuestro auto y nuestro trabajo. Esta técnica se llama visualización negativa.
Séneca aconsejaba contemplar la muerte de nuestros familiares y amigos, e incluso nuestra propia muerte. También deberíamos pensar en cómo nos sentiríamos si perdiéramos nuestras posesiones materiales: nuestra casa, auto, ropa, mascotas y nuestro dinero. Además, recomendaba imaginar cómo nos sentiríamos si perdiéramos nuestras habilidades: nuestra capacidad de hablar, escuchar, caminar, respirar y comer; y cómo nos sentiríamos si perdiéramos nuestra libertad.
Séneca aconsejaba vivir cada día como si fuera el último. De hecho, aconsejaba vivir como si este mismo instante fuera el último. Marco Aurelio decía que podías morir en cualquier instante, por lo que debes dejar que este hecho determine qué vas a hacer y decir.
Si fueras a morir en una semana, ¿Qué estarías haciendo ahora? ¿Perderías el tiempo? ¿O lo usarías para hacer cosas importantes? ¿Pasarías el tiempo viendo televisión o lo harías rodeado de tus seres queridos? ¿Cómo cambiaría tu relación con tu familia, amigos y colegas si fueras a morir en una semana?
Vivir cada día como si fuera el último es una extensión de la técnica de visualización negativa. Debemos reflexionar de vez en cuando sobre el hecho de que no viviremos para siempre y que, por lo tanto, cada día podría ser el último. Esta reflexión nos hará apreciar lo maravilloso que es estar vivos y tener la oportunidad de llenar nuestros días con actividades. También hará menos probable que desperdiciemos nuestro tiempo. En otras palabras, cuando los estoicos nos aconsejan vivir como si fuera nuestro último día, su objetivo no es cambiar nuestras actividades, sino alterar nuestro estado mental mientras realizamos esas actividades.
En un sentido profundo, la gratitud es una forma de visualización negativa. Antes de comer, quienes dan las gracias hacen una pausa para pensar que los alimentos podrían no estar ahí para ellos, en cuyo caso pasarían hambre. Y aunque estuvieran ahí, quizás no sería posible compartirlos con quienes ahora se sientan a la mesa.
Epicteto enseñaba que la técnica de la visualización negativa también puede usarse de otras maneras: podemos imaginar que las cosas malas que nos han pasado a nosotros les han sucedido a otros.
Imagine que su hijo rompe una taza. Es probable que se enfade y su serenidad se vea perturbada por el accidente. Una forma de evitar el enfado es pensar en cómo se sentiría si el incidente le hubiera sucedido a otra persona. Si estuviera de visita en una casa ajena y el hijo de su amigo rompe una taza, probablemente la situación no le molestará. Por el contrario, intentará calmar a su anfitrión diciendo: “sólo es una taza, esas cosas suceden”.
La visualización proyectiva nos permite apreciar la relativa insignificancia de las cosas malas que nos pasan, evitando así que nuestra serenidad sea perturbada.
Se debe tener en cuenta que hay una diferencia entre contemplar que algo malo suceda y preocuparse por ello. La contemplación es un ejercicio intelectual, que se realiza haciendo uso exclusivo de la racionalidad. De esta manera es posible que realicemos estos ejercicios sin que influyan en nuestras emociones.
Practicar la visualización negativa implica contemplar la impermanencia del mundo circundante. Así, el padre que practica la visualización negativa, si lo hace correctamente llegará a dos conclusiones: tiene suerte de tener a su hijo, y como no puede estar seguro de su presencia continuada en esta vida, debe estar preparado para perderlo.
La visualización negativa nos enseña a aceptar la vida que nos toca vivir y extraer de ella cada brizna de deleite posible. Pero simultáneamente nos prepara para los cambios que nos privarán de aquello que nos hace felices. En otras palabras, nos enseña a disfrutar lo que tenemos sin aferrarnos a ello. Al considerar la impermanencia de todo lo que existe en este mundo, estamos obligados a reconocer que cada vez que hacemos algo podría ser la última vez, y este reconocimiento puede otorgar a nuestros actos de un significado y de una intensidad que de otra forma estarían ausentes.
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