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Frecuentemente escuchamos que los impuestos siempre terminan pagándolos los consumidores, independientemente de quién supuestamente deba pagarlo, según la ley. Por ejemplo, si se grava la utilidad de las empresas, éstas traspasarían el costo del impuesto a los consumidores.
¿Qué tan cierta es esta afirmación? Lo responderemos en este artículo usando la teoría microeconómica.
El gobierno anunció que elevaría los impuestos a los trabajadores de mayores ingresos. Esto implica un aumento del costo del factor trabajo de las empresas, que traspasarían dicho costo a los consumidores.
Otro ejemplo polémico es el impuesto a los arriendos. En este caso, se dice que los dueños de las viviendas traspasarán el costo del impuesto a los arrendatarios.
Los impuestos no deben considerarse como impuestos sobre las empresas o sobre los consumidores, sino como impuestos a las transacciones entre ambas partes. En general, los impuestos afectan a ambas partes, empresas y consumidores, independientemente de quién deba pagarlo según la ley. En otras palabras, los impuestos elevan los precios que pagan los consumidores y reducen los precios que reciben las empresas.
Si el impuesto lo paga la empresa, el precio que recibe es igual al precio que paga el consumidor menos el monto del impuesto. Esto inducirá a que las empresas ofrezcan una menor cantidad de producto al mercado, lo que aumentará el precio de equilibrio. Las empresas reciben menos, los consumidores pagan más, y la cantidad comerciada disminuye.
El precio de equilibrio no depende de quién paga el impuesto. Sólo importa el hecho de que alguien debe pagarlo. Si el impuesto afectara a los consumidores también sucedería lo mismo: las empresas recibirían un precio menor, los consumidores pagarían más, y la cantidad comerciada disminuiría.
La afirmación de que los consumidores siempre terminan pagando los impuestos es correcta. Aunque no pagarán todo el impuesto, ya que una parte la pagarán las empresas. Ambas partes comparten la carga del impuesto. Esto es lo que sucede en el corto plazo. Más adelante veremos qué sucede en el largo plazo.
Los impuestos benefician al gobierno, que los usa para beneficiar a consumidores o empresas mediante políticas públicas, transferencias y subsidios. Por lo tanto, una parte de lo que pierden los consumidores y empresas al pagar el impuesto se recupera. Sin embargo, la sociedad en su conjunto (consumidores, empresas y gobierno) también paga un costo, ya que la disminución de la cantidad transada en el mercado constituye una pérdida irrecuperable de eficiencia. El gobierno no puede gravar lo que no se produce o no se vende, por lo que la menor producción es una pérdida pura.
Por otro lado, hemos visto que ambas partes del mercado comparten la carga del impuesto, pero ¿en qué medida lo hacen?
Se dice que los impuestos se trasladan cuando una parte, consumidores o empresas, lo paga en mayor proporción. Esto efectivamente sucede, y depende de la elasticidad-precio de la oferta.
La elasticidad-precio de la oferta es la sensibilidad de la oferta de las empresas a las variaciones del precio. Una alta elasticidad-precio de la oferta implica que la cantidad ofrecida al mercado varía más que proporcionalmente que las variación del precio. Es decir, el precio afecta mucho la decisión de producción de las empresas.
Cuando la oferta es muy sensible al precio y se introduce un impuesto, disminuye mucho la cantidad ofrecida al mercado, lo que a su vez aumenta mucho el precio de mercado que pagan los consumidores. Por otro lado, las empresas están dispuestas a ofrecer cualquier cantidad de producto, pero en un rango estrecho de precios.
Cuando la oferta es poco sensible al precio y se introduce un impuesto, se reduce poco la cantidad ofrecida al mercado, por lo que aumenta poco el precio de mercado que pagan los consumidores. Por otro lado, la oferta es relativamente fija, por lo que las empresas estarán dispuestas a vender dicha cantidad en un rango amplio de precios.
En el corto plazo la oferta de propiedades en arriendo es fija. Es decir, la oferta es inelástica, no varía mucho con las variaciones del precio. Esto se debe a que no se puede cambiar la cantidad ofrecida de viviendas cuando cambia el precio, ya que éstas demoran meses o años en construirse. La cantidad ofrecida sólo puede aumentar en el largo plazo. Por otro lado, un propietario siempre preferirá ganar algo de dinero por arrendar su propiedad, aunque sea poco, ya que tiene costos fijos que pagar, por lo que siempre estará dispuesto a arrendar su propiedad al precio que el mercado defina.
Por lo tanto, en el caso de los arriendos el impuesto se traslada a los propietarios. Los propietarios pagarán el impuesto en mayor proporción, no los arrendatarios.
Este resultado es válido en el corto plazo, donde la oferta es fija, pero ¿Qué pasa en el largo plazo? En el largo plazo se pueden construir todas las viviendas que demande el mercado. O bien, se pueden dejar de construir si los precios de los arriendos no favorecen a los propietarios. Por lo tanto, en el largo plazo la demanda es elástica, y el impuesto terminará trasladándose a los arrendatarios.
En el corto plazo, el impuesto lo pagarán en mayor proporción los propietarios. En el largo plazo, el impuesto lo pagarán los arrendatarios, es decir, los consumidores.
En el largo plazo, en una industria competitiva hay libre entrada de empresas. Es decir, si las empresas de la industria tienen grandes utilidades, otras empresas entrarán al mercado, lo que aumentará la cantidad demandada y disminuirá el precio de mercado. En consecuencia, las utilidades de las empresas se reducirán. En el límite, las empresas tendrán utilidades iguales a cero.
Por lo tanto, en el largo plazo la curva de oferta de la industria, es decir, la curva de oferta de mercado, tiende a ser horizontal (es perfectamente elástica). La industria ofrecerá su producto a un sólo precio, donde sus beneficios son iguales a cero (y el precio es igual al costo medio de las empresas). No ofrecerán nada bajo ese precio, ya que estarían operando con pérdidas.
El impuesto hace que disminuya el precio recibido por las empresas. Pero si disminuye el precio las empresas tendrán pérdidas y no ofrecerán el producto. No pueden recibir un precio menor. Esto implica que la carga del impuesto se trasladará completamente a los consumidores. Si no, no se ofrecerá el producto.
En el largo plazo, independientemente de quién deba pagar el impuesto según la ley, el impuesto se traslada completamente a los consumidores.
Hemos visto que la afirmación “los impuestos siempre terminan pagándolos los consumidores” es correcta, al menos en parte (en el corto plazo). Hay que mencionar que este es un análisis teórico sencillo, que usa el supuesto de competencia perfecta, y no considera ningún resultado empírico al respecto. No obstante, aun así es útil para hacer evaluar cuáles son las consecuencias de los impuestos.
Para concluir menciono que el razonamiento anterior es un análisis microeconómico puro, cuya principal preocupación es la eficiencia económica. Sin embargo, las políticas públicas pueden tener otras motivaciones, como la justicia. Una situación en que la desigualdad aumenta puede ser eficiente, al mismo tiempo que puede considerarse injusta. La redistribución del ingreso es una política deseable, aun cuando no sea eficiente, ya que las sociedades desiguales son inestables y propensas al conflicto, como hemos durante los últimos años en Chile.
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